Las Distancias.

miércoles, 6 de junio de 2012
Hoy, una extraña compañera me regaló este cuento.
Llegó tan profundo a mi alma, que me hizo llorar.
Le puse voz, lo leí una y otra vez; me desarmó el alma.








LAS DISTANCIAS

Será por eso, porque los dos llegaron al lugar cargados con su historia, porque los dos llegaron al beso con el mismo hermetismo, encerrándolo adentro de la piel.
No se entregaron.
Hubo un intento, apenas un intento.
Un barco que quiso llegar a puerto pero se dejó arrastrar corriente aguera, hacia cualquier tormenta, o hacia la misma tormenta de siempre.
Ella llevaba en sí largas caminatas por mañanas de sol, desolados cansancios de tardes amarillas, el oído alerta para la llamada del despertador, la mano preparada para sacar el boleto del tren del bolsillo interior de la cartera, la lengua fría por un helado de frutilla saboreado sin prisa.
Él llevaba pegado a sus talones el polvo de las mismas baldosas andadas y desandadas varias veces al día, un aplazo en un examen de la Facultad, cinco novias distintas y repetidas hasta el aburrimiento, las ganas de no haber devuelto, aquella vez, la billetera que encontró en la calle.
Y además llevaban otras cosas.
Ropas que fueron usadas y después regaladas.
Canciones de moda que se les pegaron y canturrearon bajo la ducha, quizás las mismas canciones a un mismo tiempo, pero en lugares diferentes.
Tal vez algún asomo de alegría vivido a un tiempo, pero separados.
Tal vez alguna tristeza inmensa en una misma noche, pero bajo techos distintos.
Lo sabían todo el uno del otro.
¿Qué puede haber de misterioso en la vida de una persona?
Y, sin embargo, no sabían nada, porque ignoraban nombres y fechas y lugares donde habían pasado los veranos.
Hubieran tenido que contarse todo.
Hubieran tenido que hacer una larga lista de cosas, de sorpresas, de lágrimas, de sonrisas, de sobresaltos, agonías, desencantos, temores, de películas y libros y poemas sabidos de memoria, de casualidades, descubrimientos, de aceptación y de rechazo. Hubieran tenido que pronunciar cientos de miles de palabras que fueran descascarando la soledad hasta dejar el cuerpo preparado para la entrega, para la confianza. Hubieran tenido que atreverse a jugar una carta, el todo por el todo, quitarse la máscara, esconder la reverencia, decir la verdad, sea cual fuere, mostrar las lastimaduras, las arrugas, las vetas de oro, las napas de barro.
Pero no se animaron.
Les faltó valor.
Ellos dijeron que les faltó tiempo. Pero les faltó valor.
Estaban engolosinados en su propia tristeza, estaban prisioneros bajo el caparazón de la comodidad, no querian tomarse el trabajo de quitarse los siete velos y ver la desnudez de la felicidad... porque temían que después del séptimo velo apareciera de nuevo la soledad, la terrible, la zorra, despiadada.
Y entonces caminaron juntos unos pasos. Y entonces se estrecharon fuerte, se besaron, cerrando los ojos porque cada uno quería mirarse a sí mismo, nada más que a sí mismo y no al otro.
Estuvieron acariciando el limite, lo exterior, la impenetrable puerta, la puerta con cien cerrojos; y ninguno de los dos quiso buscar las llaves, ninguno de los dos quiso empezar a abir, ninguno de los dos quiso saber que había en realidad detrás de la puerta que los separaba.
Por eso fracasó el encuentro.
Porque cada uno fue a encontrarse consigo mismo.
Porque cada uno fue a alimentar con llanto su propia soledad.
Porque cada uno llevó a su distancia y la puso en el medio.
Y a pesar de los besos, y a pesar de ser un hombre y una mujer llenos de posibilidades, se dijeron adiós y lloraron, pensando que lloraban por decirse adiós, pero sabiendo que cada uno lloraba por sus viejos dolores, otros adioses, por otros intentos y otras historias. Y porque ya nunca podrian borrar las distancias que los separararían de ellos y de los otros que quisieran, alguna vez, acercarse a ellos.

De Cuentos para leer sin Rimmel-Poldy Bird


Mis letras ya no son mías...

viernes, 1 de junio de 2012

Mis letras ya no son mías.

Ahora tengo una gran dificultad para encontrarlas.

En mi cabeza un solo pensamiento da vueltas sin cesar. Y no hay espacio para pensar mis sentimientos, como hace mucho lo hacía en este espacio.

Mis letras ya no son mías, se fueron con mi vida, con mis sueños, con mi más profundo deseo y todas mis ilusiones.

No sé cuando vuelvan. Las extraño. 
  

Ayer, después de contemplar la puesta del sol, este texto llegó a mis oídos.
Me cautivó.

Decía tanto de lo que pienso, de lo que soy… y de lo que creo.

Mi corazón lo abrazó de una forma en que… no tengo palabras para explicar.

Y causó emociones… de las que tampoco tengo palabras para explicar.

Sólo quiero compartirlo o quizás dejarlo aquí guardado… 
como un recuerdo a eso que el corazón a veces  busca, a veces entrega.


El placer de amar
Amar no es una obligación, sino un privilegio.

No se puede amar por presión ni por deber, sino porque es el mayor placer en la vida; amo por gusto, porque puedo amar; no amo para cumplir ninguna regla, ni para hacer méritos ante nadie; amo por el simple y maravilloso placer de amar.

Te amo y en este momento acepto la aventura de explorar y descubrir contigo lo que guardas más allá de tus máscaras y tus defensas. Contemplo con ternura tus más profundos sentimientos, tus temores, tus carencias, tus esperanzas y alegrías, tu dolor y tus anhelos.

Te amo, y comprendo que detrás de tu coraza se encuentra un corazón sensible y solitario, hambriento de una mano amiga y de una sonrisa sincera en la que puedas sentirte en casa.

Te amo y con el mayor respeto entiendo que la desarmonía y el caos en los que a veces vives son el producto de tu ignorancia y de tu inconsciencia. Me doy cuenta de que si generas desdichas es porque aún no has aprendido a sembrar alegrías, y en ocasiones te sientes tan vacío y tan carente de sentido, que no puedes confiar en ti mismo/a ni reconocer tu riqueza; pero en este instante, descubro y honro, por encima de cualquier apariencia, tu verdadera identidad y tu valor, y aprecio honestamente tu infinita grandeza como una expresión única e irrepetible de la Vida.

Te amo y sinceramente desde hoy te brindo la oportunidad de ser escuchado/a con profunda atención, interés y respeto. Acepto tu experiencia sin pretender modificarla, sino comprenderla. Te ofrezco un espacio en el que puedas descubrirte sin miedo a ser calificado-a, en el que sientas la confianza de abrirte, sin ser forzado-a a revelar aquello que consideras privado.

Reconozco que te amo y a partir de este momento te muestro que tienes el derecho inalienable de elegir tu propio camino, aunque éste no coincida con el mío. Desde este instante, te permito descubrir tu verdad interior por ti mismo-a, a tu manera.

Te aprecio sin condiciones, sin juzgarte, sin reprobarte, sin pedirte que actúes de acuerdo con mis expectativas, sin exigirte que te amoldes a mis ideales; tienes el derecho de ser tú mismo-a.

Te amo y te valoro por ser quien eres, no por ser como yo quisiera que fueras. Confío en tu capacidad de aprender de tus experiencias y de levantarte de tus caídas, más fuerte, más maduro-a; tengo plena fe y absoluta confianza en tu poder como individuo.

Te amo y gozo de la fortuna de poder comprometerme voluntariamente contigo, y a partir de este día respondo en forma activa a tu necesidad de desarrollo personal. Creo en ti cuando tú dudas; te contagio con mi vitalidad y mi entusiasmo cuando estás por darte por vencido-a; te apoyo cuando flaqueas, te animo cuando titubeas; te tomo de las manos con firmeza cuando te sientes débil; confío en ti cuando algo te agobia; y te acaricio con dulzura cuando algo te entristece, sin dejarme arrastrar por tu desdicha.

Te amo y comparto tus alegrías y me regocijo contigo cuando te sientes dichoso-a. Me deleito en tu presencia, más no pretendo poseerte; disfruto de tu compañía, pero no deseo retenerte ni impedir tu vuelo. Paladeo el regalo de compartir en el presente, por el simple gusto de estar juntos sin ataduras ni obligaciones impuestas, por la espontánea decisión de responderte libremente.

No te quiero mío/a, te amo tuyo/a, te amo libre; te amo, como amo a la brisa que viene y va, y acaricia mi mejilla.

Te amo y tengo la suficiente humildad como para recibir tu ternura y tu cariño sin representar el papel del que nada necesita; acepto con gusto lo que me brindas, pero no exijo que me des lo que no puedes o no deseas.

Te amo y le agradezco a la Vida el prodigio de tu existencia, pues siento tu presencia una auténtica bendición en mi sendero; gracias por ser.

Te amo y precisamente por eso no dependo de ti, pues si dependiera no sería amor sino carencia; al no depender de ti puedo amarte. 

Hoy disfruto de nuestro encuentro, sabiendo que cada día es una aventura incierta y que el mañana es una incógnita perenne. Desde hoy, vivo como si fuese el último día que puedo compartir contigo, de tal manera que cada reencuentro sea tan intenso y tan profundo como si fuese la primera vez que te tomo de la mano, y en esta forma hago que lo cotidiano sea siempre una creación distinta y milagrosa.

Me atrevo a mostrarte mi cariño espontáneamente a través de mi mirada, de mis gestos y sonrisas, de mi caricia firme y delicada, de mi abrazo vigoroso, de mis besos, con palabras francas y sencillas, te amo.

Te valoro por ser quien eres, aprecio tus riquezas interiores, aun aquellas que tú mismo-a desconoces. Veo tu potencial latente y desde hoy colaboro para que florezca la semilla que se encuentra dormida en tu interior.

Tu desarrollo personal me importa honestamente, cuentas conmigo y desde este momento te permito descubrir tus capacidades creativas y aliento tu posibilidad de dar todo el fruto que puedes dar; con gusto develo ante tus ojos el tesoro que llevas dentro, y coopero contigo para ser de esta vida una experiencia más rica y más llena de sentido.
Te amo y también me amo a mí mism@ y por eso desde este día también me atrevo a establecer mis propios límites, y a mantenerlos firmemente; me respeto a mí mism@ y por ello con todo mi amor, no permito que trasgredas mis derechos personales, ni que me ates, ni que coartes mi libertad para ser quien soy.

Te amo y tengo tanta confianza en mí mism@ y en ti, que sin temor a que nuestra relación humana se perjudique, desde este instante me siento en la libertad de expresarte mi enojo, sin ofenderte, y puedo manifestar lo que me molesta e incomoda sin intentar hacerte daño o lastimarte; soy sincero-a y veraz contigo.

Te amo, por eso también reconozco y respeto tus limitaciones y así te aprecio, pero no te idealizo. Comparto y disfruto los acuerdos y acepto los desacuerdos, y con absoluta certeza te digo que si llegara el día en que evidentemente nuestros caminos fueran incompatibles sin remedio, yo soy capaz de despedirme en paz y en armonía, de tal manera que ambos nos recordemos con gratitud por los tesoros compartidos.

Te amo y al amarte veo en ti más que tu individualidad como persona; te percibo y te valoro como una expresión del Ser Humano, como una manifestación palpable de esa esencia trascendente e intangible llamada Ser Humano, de la cual yo mismo-a formo parte.

A través de ti reconozco el milagro indescriptible de la Naturaleza Humana que es mi propia naturaleza, con toda su grandeza y sus limitaciones; a través de ti, puedo apreciar tanto las facetas luminosas y radiantes de la Humanidad, así como sus lados oscuros y sombríos.

Te amo y en ti amo al Ser Humano en su totalidad y amo la auténtica Naturaleza Humana tal como es.

Te amo y al amarte a ti, me amo a mí mismo-a y me siento orgulloso-a de ser una nota digna y valiosa en la sinfonía de este mundo.